viernes, 3 de agosto de 2007

Trabajo Final




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Entre todos los autores postmodernos, elegí a Hemingway, una persona con una infancia poco felíz y una vida trágica. Y entre todas sus obras, la mayoría inspiradas en temas bélicos, elegí un cuento llamado "El Viejo y el Mar", en el que se narra la heróica lucha de un pescador que luego de mucho tiempo sin lograr pescar algún pez y a pesar del abandono de su joven ayudante (quien es obligado por su padre a salir con otra embarcación), no se rinde y decide librarse a las fuerzas del mar y se promete no regresar hasta atrapar un pez. En este caso, la actitud que tiene el protagonista es contraria a la idea de no progreso del hombre postmodernista, y es eso lo que destaco de este relato, que es corto y muy entretenido, ya que se narra con emoción la travesía de este viejo pescador.



Elegí una canción que se relaciona con el cuento, se titula "Un velero llamado Libertad", de José Luis Perales. Además la historia se contextualiza en Cuba, donde miles de personas deciden librarse al mar para conseguir la libertad, y creo que por este motivo también lo relaciono.





"Un Velero llamado Libertad" (Letra de canción)

Ayer se fue,
tomó sus cosas y se puso a navegar,
una camisa,un pantalón vaquero,
y una canción.
Dónde irá,
dónde irá.
Se despidió,
y decidió batirse en duelo con el mar,
y recorrer el mundo en su velero,
y navegar, nai na na, navegar.
Y se marchó,
y a su barco le llamó Libertad,
y en el cielo descubrió gaviotas,
y pintó, estelas en el mar.
Y se marchó,
y a su barco le llamó Libertad,
y en el cielo descubrió gaviotas,
y pintó, estelas en el mar.
Su corazón,
buscó una forma diferente de vivir,
pero las olas le gritaron: vete,
con los demás, nai na na, con los demás.
Y se durmió,y la noche le gritó: donde vas,
y en sus sueños dibujó gaviotas,
y pensó, hoy debo regresar.
Y regresó,
y una voz le preguntó: como estás,
y al mirarla descubrió,
unos ojos, nai na na, azules como el mar.
Y se marchó,
y a su barco le llamó Libertad,y en el cielo descubrió gaviotas,
y pintó, estelas en el mar.
Y se marchó,
y a su barco le llamó Libertad,
y en el cielo descubrió gaviotas,
y pintó, estelas en el mar.

José Luis Perales



Trabajo extra: segunda parte, video



Éste es un video que trata la temática Nietzsche, tiene un contenido muy interesante, espero que les guste, a pesar de que está en Inglés.



Trabajo extra: primera parte

Desde mi punto de vista, el texto desarrolla un tema relacionado con la creencia y la no creencia en Dios, elemento característico de la Postmodernidad, y la maldad, uno de los puntos principales de estudio de Nietzsche.

Creo que el documento se relaciona con el desinterés, y también con la indiferencia hacia el otro, que caracteriza al hombre postmoderno.

Friedrich Wilhelm Nietzsche
El 15 de octubre de 1844 nace Friedrich Wilhelm Nietzsche en la localidad de Röken, cerca de Lützen. Es el primero de los tres hijos del pastor protestante Karl Ludwing Nietzsche y de la señora Franziska Oehler.
Para saber todo sobre él, haz click Aquí

Lo que me da a entender la mujer con la linterna es que está buscando a Dios entre la oscuridad, entre las sombras.
Imagen de la película




basada en la obra de



Hemingway.











Imágenes relacionadas

con los hechos narrados en la obra.





Esta es la obra de Hemingway que elegí.

EL VIEJO Y EL MAR Ernest Miller Hemingway
(Apartado I)

Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado, los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salao lo cual era la peor forma de la mala suerte; y por orden de sus padres, el muchacho había salido en otro bote, que cogió tres buenos peces la primera semana. Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.
El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical, estaban en sus mejillas. Estas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo, y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces. Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.
Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos.
-Santiago -le dijo el muchacho trepando por la orilla desde donde quedaba varado el bote-. Yo podría volver con usted. Hemos hecho algún dinero.
El viejo había enseñado al muchacho a pescar, y el muchacho le tenía cariño.
-No -dijo el viejo-. Tú sales en un bote que tiene buena suerte. Sigue con ellos.
-Pero recuerde que una vez llevaba ochenta y siete días sin pescar nada y luego cogimos peces grandes todos los días durante tres semanas.
-Lo recuerdo -dijo el viejo-, y yo sé que no me dejaste porque hubieses perdido la esperanza.
-Fue papá quien me obligó. Soy un chiquillo y tengo que obedecerlo.
-Lo sé -dijo el viejo-. Es completamente normal.
-Papá no tiene mucha fe.
-No. Pero nosotros, sí, ¿verdad?
-Si-dijo el muchacho-. ¿Me permite brindarle una cerveza en La Terraza? Luego llevaremos las cosas a casa.
-¿Por qué no? -dijo el viejo-. Entre pescadores.
Se sentaron en La Terraza. Muchos de los pescadores se reían del viejo, pero él no se molestaba. Otros, entre los más viejos, lo miraban y se ponían tristes. Pero no lo manifestaban y se referían cortésmente a la corriente y a las hondonadas donde habían tendido sus sedales, al continuo buen tiempo y a los que habían visto. Los pescadores que aquel día habían tenido éxito habían llegado y habían limpiado sus agujas y las llevaban tendidas sobre dos tablas -dos hombres tambaleándose al extremo de cada tabla- a la pescadería, donde esperaban a que el camión del hielo las llevara al mercado, a La Habana. Los que habían pescado tiburones los habían llevado a la factoría de tiburones al otro lado de la ensenada, donde eran izados en aparejos de polea; les sacaban los hígados, les cortaban las aletas y los desollaban y cortaban su carne en trozos para salarla.
Cuando el viento soplaba del este, el hedor se extendía a través del puerto, procedente de la fábrica tiburonera; pero hoy no se notaba más que un débil tufo porque el viento había vuelto al norte y luego había dejado de soplar. Era agradable estar allí, al sol, en La Terraza.
-Santiago, -dijo el muchacho.
-¿Qué? -respondió el viejo. Con el vaso en la mano pensaba en las cosas de hacía muchos años.
-¿Puedo ir a buscarle sardinas para mañana?
-No. Ve a jugar al béisbol. Todavía puedo remar, y Rogelio tirará la atarraya.
-Me gustaría ir. Si no puedo pescar con usted, me gustaría servirlo de alguna manera.
-Me has pagado una cerveza -dijo el viejo-. Ya eres un hombre.
-¿Que edad tenía yo cuando usted me llevó por primera vez en un bote?
-Cinco años. Y por poco pierdes la vida cuando subí aquel pez demasiado vivo que estuvo a punto de destrozar el bote. ¿Te acuerdas?
-Recuerdo cómo brincaba y pegaba coletazos, y que el banco se rompía, y el ruido de los garrotazos. Recuerdo que usted me arrojó a la proa, donde estaban los sedales mojados y enrollados. Y recuerdo que todo el bote se estremecía, y el estrépito que usted armaba dándole garrotazos como si talara un árbol, y el pegajoso olor a sangre que me envolvía.
-¿Lo recuerdas realmente o es que yo te lo he contado?
-Lo recuerdo todo, desde la primera vez que salimos juntos.
El viejo lo miró con sus amorosos y confiados ojos quemados por el sol.
-Si fueras hijo mío, me arriesgaría a llevarte -dijo-. Pero tú eres de tu padre y de tu madre, y trabajas en un bote que tiene suerte.
-¿Puedo ir a buscarle las sardinas? También sé dónde conseguir cuatro carnadas.
-Tengo las mías, que me han sobrado de hoy. Las puse en sal en la caja.
-Déjeme traerle cuatro cebos frescos.
-Uno -dijo el viejo. Su fe y su esperanza no le habían fallado nunca. Pero ahora empezaban a revigorizarse como cuando se levanta la brisa.
-Dos -dijo el muchacho.
-Dos -aceptó el viejo-. ¿No los has robado?
-Lo hubiera hecho -dijo el muchacho-. Pero éstos los compré.
-Gracias -dijo el viejo. Era demasiado simple para preguntarse cuándo había alcanzado la humildad. Pero sabía que la había alcanzado y sabía que no era vergonzoso y que no comportaba pérdida del orgullo verdadero.
-Con esta brisa ligera, mañana va a hacer buen día dijo.
-¿A dónde piensa ir? -le preguntó el muchacho.
-Saldré lejos para regresar cuando cambie el viento. Quiero estar fuera antes que sea de día.
-Voy a hacer que mi patrón salga lejos a trabajar -dijo el muchacho-. Si usted engancha algo realmente grande, podremos ayudarle.
-A tu patrón no le gusta salir demasiado lejos.
-No -dijo el muchacho-, pero yo veré algo que él no podrá ver: un ave trabajando, por ejemplo. Así haré que salga siguiendo a los dorados.
-¿Tan mala tiene la vista?
-Está casi ciego.
-Es extraño-dijo el viejo-. Jamás ha ido a la pesca de tortugas. Eso es lo que mata los ojos.
-Pero usted ha ido a la pesca de tortugas durante varios años, por la costa de los Mosquitos, y tiene buena vista.
-Yo soy un viejo extraño.
-Pero, ¿ahora se siente bastante fuerte como para un pez realmente grande?
-Creo que sí. Y hay muchos trucos.
-Vamos a llevar las cosas a casa -dijo el muchacho-. Luego cogeré la atarraya y me iré a buscar las sardinas.
Recogieron el aparejo del bote. El viejo se echó el mástil al hombro y el muchacho cargó la caja de madera de los enrollados sedales pardos de apretada malla, el bichero y el arpón con su mango. La caja de las carnadas estaba bajo la popa, junto a la porra que usaba para rematar a los peces grandes cuando los arrimaba al bote. Nadie sería capaz de robarle nada al viejo; pero era mejor llevar la vela y los sedales gruesos, puesto que el rolo los dañaba, y aunque estaba seguro de que ninguno de la localidad le robaría nada, el viejo pensaba que el arpón y el bichero eran tentaciones, y que no había por qué dejarlos en el bote.
Marcharon juntos camino arriba hasta la cabaña del viejo y entraron; la puerta estaba abierta. El viejo inclinó el mástil con su vela arrollada contra la pared y el muchacho puso la caja y el resto del aparejo junto a él. El mástil era casi tan largo como la habitación única de la choza. Esta última estaba hecha de las recias pencas de la palma real que llaman guano, y había una cama, una mesa, una silla y un lugar en el piso de tierra para cocinar con carbón. En las paredes, de pardas, aplastadas y superpuestas hojas de guano de resistente fibra, había una imagen en colores del Sagrado Corazón de Jesús y otra de la Virgen del Cobre. Estas eran reliquias de su esposa. En otro tiempo había habido una desvaída foto de su esposa en la pared, pero la había quitado porque le hacía sentirse demasiado solo el verla, y ahora estaba en el estante del rincón, bajo su camisa limpia.
-¿Qué tiene para comer? -preguntó el muchacho.
-Una cazuela de arroz amarillo con pescado. ¿Quieres un poco?
-No. Comeré en casa. ¿Quiere que le encienda la candela?
-No. Yo la encenderé luego. O quizás coma el arroz frío.
-¿Puedo llevarme la atarraya?
-Desde luego.
No había ninguna atarraya. El muchacho recordaba que la habían vendido. Pero todos los días pasaban por esta ficción. No había ninguna cazuela de arroz amarillo con pescado, y el muchacho lo sabía igualmente.
-El ochenta y cinco es un número de suerte -dijo el viejo-. ¿Qué te parece si me vieras volver con un pez que, en canal, pesara más de mil libras?
-Voy a coger la atarraya y saldré a pescar las sardinas. ¿Se quedará sentado al sol, a la puerta?
-Sí. Tengo ahí el periódico de ayer y voy a leer los resultados de los partidos de béisbol.
El muchacho se preguntó si el "periódico de ayer" no sería también una ficción. Pero el viejo lo sacó de debajo de la cama.
-Perico me lo dio en la bodega -explicó.
-Volveré cuando haya cogido las sardinas. Guardaré las suyas junto con las mías en el hielo y por la mañana nos las repartiremos. Cuando yo vuelva, me contará lo del béisbol.
-Los Yankees de Nueva York no pueden perder.
-Pero yo les tengo miedo a los Indios de Cleveland.
-Ten fe en los Yankees de Nueva York, hijo, piensa en el gran DiMaggio.
-Les tengo miedo a los Tigres de Detroit y a los Indios de Cleveland.
-Ten cuidado, no vayas a tenerles miedo también a los Rojos de Cincinnatti y a los White Sox de Chicago.
-Usted estudia eso y me lo cuenta cuando vuelva.
-¿Crees que debiéramos comprar unos billetes de la lotería que terminen en un ochenta y cinco? Mañana hace el día ochenta y cinco.
-Podemos hacerlo -dijo el muchacho-. Pero, ¿qué me dice de su gran récord, el ochenta y siete?
-No podría suceder dos veces. ¿Crees que puedas encontrar un ochenta y cinco?
-Puedo pedirlo.
-Un billete entero. Eso hace dos pesos y medio. ¿Quién podría prestárnoslos?
-Eso es fácil. Yo siempre encuentro quien me preste dos pesos y medio.
-Creo que yo también. Pero trato de no pediir prestado. Primero pides prestado; luego pides limosna.
-Abríguese, viejo -dijo el muchacho-. Recuerde que estamos en septiembre.
-El mes en que vienen los grandes peces -dijo el viejo-. En mayo cualquiera es pescador.
-Ahora voy por las sardinas -dijo el muchacho.

Biografía de Ernest Miller Hemingway

Ernest Miller Hemingway; (1899-1961) Escritor norteamericano, en Ketchum (Idaho), cuyo estilo se caracteriza por los diálogos nítidos y lacónicos y por la descripción emocional sugerida.

No tuvo una infancia muy feliz, queda traumatizado por una madre autoritaria que lo vestía de niña y, posteriormente, a causa de una dolorosa experiencia al verse obligado a acompañar al padre (ginecólogo) en el difícil parto de una india cuyo marido se suicidó por no poder soportar los gritos de su mujer.

El modelo de novelista moderno que encarna Hemingway descansa sobre su leyenda personal, en la que su obra y su vida se confunden; leyenda que si bien no creó él mismo, sí alimentó sin descanso. Marcado por la relación conflictiva con su padre, que se suicidaría en 1928, se aficionó desde joven al deporte y la caza.

En su pueblo natal creció y asistió a la escuela, mientras jugaba al fútbol y escribía para los periódicos escolares. Después de realizados sus estudios, entró de reportero en el Star de Kansas City, que abandonó para servir como conductor voluntario en una ambulancia de la Cruz Roja en la Primera Guerra Mundial. Herido en el frente austriaco-italiano, regresó a los Estados Unidos en 1919.

Dos años más tarde se casó y se estableció en París, encargado por el Toronto Star de una corresponsalía ambulante. Pronto se haría amigo en la capital francesa de otros expatriados, tales como Gertrude Stein, James Joyce, Ford Madox Ford y Ezra Pound. Simultáneamente a su actividad periodística, comenzó a hacer poemas y a escribir cuentos y narraciones cortas, la mayoría de las cuales fueron publicadas en pequeños periódicos extranjeros. En In Our Time (En nuestro tiempo, 1925) fueron dadas a la luz una serie de narraciones cortas que trataban en su mayor parte de temas bélicos y de las experiencias de Nick Adams, uno de sus personajes. Junto con los relatos recogidos en By-Line: Ernest Hemingway (Enviado especial, 1967), estos primeros trabajos revelan la evolución que el escritor realiza desde el periodismo hacia la literatura narrativa.
Sin embargo, su ascenso a la fama se produce en 1926 con su primera novela, The Sun Also Rises (publicada en castellano con el título de Fiesta), referida a la llamada «generación perdida» (lost generation). El estilo del escritor se acomoda aquí perfectamente al tema y se hace lacónico, adensado, poderoso en la descripción y en el diálogo. Lo volvería de nuevo a emplear en A Farewell to Arms (Adiós a las armas, 1929), una historia de amor y de guerra que lo acreditaría como un auténtico hombre de letras al crear un nuevo método artístico de desnuda precisión y pudoroso estoicismo.
El período medio de su carrera está señalado por obras de menor entidad: Death in the Afternoon (Muerte en la tarde, 1932), un análisis de la fiesta de los toros; Green Hills of Africa (Las verdes colinas de África, 1935), el relato ficticio de un safari real; y To Have and Have Not (Tener y/o no tener, 1937), una novela ambientada en Key West durante la depresión económica.
Con el estallido de la Guerra Civil española volvió el escritor al paisaje de la violencia. Tras el fracaso de The Fifth Column (La quinta columna, 1938), escribió su tercera gran novela, For Whom the Bell Tolls (Por quién doblan las campanas, 1940). Across the River and into the Trees (A través del río y entre los árboles, 1950), es una de sus novelas menos afortunadas.
Pero en 1952 volvió a reconquistar el favor de la crítica con su novela corta The Old Man and the Sea (El viejo y el mar), cuento alegórico
sobre la heroica lucha de un pescador cubano contra las indomables fuerzas naturales. Esta obra le valdría el premio Pulitzer en 1953; al año siguiente se convertiría en el sexto norteamericano ganador del premio Nobel de Literatura «por la maestría y el poder de su estilo en el arte de la narración moderna».
En 1961 su salud había comenzado a quebrantarse y él mismo se hizo un disparo mortal en su casa de Idaho, donde yace enterrado. Dejó a su muerte varios manuscritos, entre los que se incluye uno que fue publicado en 1964, A Moveable Feast («Fiesta móvil», publicada bajo el título de París era una fiesta), una visión de la capital francesa y de los que contribuyeron a su gloria en los años veinte.
Junto a William Faulkner, se considera a Hemingway como uno de los novelistas y narradores de primera línea en la Norteamérica del siglo XX. Algunos de sus mejores relatos -The Short Happy Life of Francis Macomber (La feliz y corta vida de Francis Macomber, 1938), The Snows of Kilimanjaro (Las nieves del Kilimanjaro, 1938) y The Killers (Los asesinos)-, se han convertido ya en clásicos


http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/hemingway.htm
http://www.escolar.com/biografias/h/hemingway.htm
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1812